22/4/14

Pedro Abelardo



                  Pedro Abelardo

Pedro Abelardo
 Filósofo y teólogo francés



Nació en 1079 en Le PalletNantes (Comuna francesa) en el seno de una rica familia.

Se traslada a Loches donde cursó estudios con el filósofo francés Roscelino y posteriormente en París con Guillermo de Champeaux. Se inicia como maestro en Melun, y en 1108 se traslada a París.

En el año 1117 fue tutor de Eloísa, sobrina de Fulbert, canónigo de la catedral de Notre Dame en París. Se enamoraron, y tuvieron un hijo a quien pusieron de nombre Astrolabio. Se casaron en secreto y Eloísa toma los votos sagrados en la abadía benedictina de Saint-Argenteuil. Su tío Fulbert enfurecido por la relación decidió que Abelardo tenía que abandonar a Eloísa en la abadía y castrarse. Entró en la abadía de Saint-Denis-en-France.
Su primera obra publicada es un tratado sobre la Trinidad (1121), que fue condenada y quemada por un concilio católico de Soissons en ese mismo año. Es obligado a dejar Saint-Denis-en-France y funda una capilla en Nogent-sur-Seine. En 1125 fue elegido abad del monasterio de Saint-Gildas-de-Rhuis, donde escribió su autobiográfica Historia Calamitatum (Historia de mis desventuras, 1132).
Por entonces comienza su relación epistolar con Eloísa, cartas que han llegado a ser clásicos de la correspondencia romántica. En la escuela que estableció en París, se educaron un Papa (Celestino II), diecinueve Cardenales, más de cincuenta Obispos y Arzobispos franceses, ingleses y alemanes.
En 1140 san Bernardo de Claraval, considera que sus métodos dialécticos son poco respetuosos con los dogmas de la fe, convenció al concilio católico reunido en Sens, y al papa Inocencio II, de condenarlo por sus escritos. De viaje a Roma para apelar contra la condena, aceptó la hospitalidad de Pedro el Venerable, abad de Cluny, y permaneció allí durante meses.
Pedro Abelardo falleció el 21 de abril de 1142 en un priorato cluniacense cerca de Chalon-sur-Saône.
Su cuerpo fue llevado a la Paraclete; cuando Eloísa murió en 1164 fue enterrada junto a él. En 1817 ambos cuerpos fueron trasladados a una tumba común en el cementerio de Père Lachaise, en París. 

Pedro Abelardo -o Pierre Abélard- es considerado como uno de los grandes pensadores de su época, maestro de la dialéctica y la lógica.
Además, destacó como poeta y escritor, aunque su verdadera pasión era la elocuencia y la discusión. Su obra epistolar dirigida a su amada Eloísa es uno de los grandes testimonios medievales, recuperado durante el romanticismo.
Pedro Abelardo fue un extraordiario docente de gran fama aunque su relación con Eloísa y sus posturas religiosas y políticas le crearon numerosos enemigos y acabó siendo acusado de herejía, condenado al silencio y retirado en un monasterio.



Obras

Cartas de Abelardo y Eloísa (2007)
Historia calamitatum  (1996)
Conócete a ti mismo  (1990)
Dialogo entre un filósofo, un judío y un cristiano (1998)


El pensamiento de Pedro Abelardo


La duda y las reglas de la investigación

Abelardo se preocupa por llegar al conocimiento de la verdad. Para esto enuncia el siguiente principio: “La investigación se emprende con el estímulo de la duda, y por medio de la investigación se llega al conocimiento de la verdad”. Esta fórmula general esclarece el carácter problemático del pensamiento, tanto filosófico como teológico. La duda para Pedro Abelardo no es más que el punto de partida: no es obstaculizada sino un camino hacia la investigación. Pero se trata de una duda metódica, mediante la cual hay que someter el texto examinado de un filósofo, de un padre de la Iglesia o de la escritura a un control crítico o permanente.

Abelardo encuentra tres reglas para hacer una investigación, mediante la cual se puede llegar al conocimiento. La primera regla prescribe un análisis del significado de los términos de un texto, con todas sus implicaciones histórico-lingüísticas. Aparte de eso, Abelardo sostiene que “el entendimiento de un texto puede verse obstaculizado por el uso desacostumbrado de un término. La segunda regla prescribe la comprobación de la autenticidad del escrito tanto en lo que concierne al autor como en las eventuales corrupciones e interpolaciones textuales. Y La tercera regla indica que el examen crítico de los textos dudosos se lleve a cabo haciendo referencia a los textos auténticos como elementos de comparación y se tengan en cuenta las eventuales retracciones y correcciones.

Abelardo invita a no renunciar jamás a la investigación crítica, sin embargo no vacila en subrayar los límites de nuestra mente para entender con plenitud las enseñanzas de los padres o de la Biblia.

La dialéctica y sus funciones

Abelardo distingue la dialéctica tanto de la pura habilidad discursiva como de la sofística, que constituyen una degeneración de aquella, porque pretenden explicarlo todo mediante razonamientos deficientes que incluso se puede convertir en aborrecible para los monasterios y la autoridad de la Iglesia. Pero aparte de eso la dialéctica se identifica con la lógica clásica; y por ello la dialéctica ayuda a distinguir lo verdadero de lo falso.

No seremos capaces de rechazar a los herejes, si no sabemos refutar sus objeciones y triunfe la verdad sobre sus falsas doctrinas dice Abelardo. La dialéctica supone y exige el análisis de los términos del lenguaje, cuya función y significado determina. Una de las funciones primordiales de la dialéctica consiste en el control del nexo semántico entre los términos del discurso y la realidad designada. En este contexto Abelardo se ocupó del problema de los universales.

Quien crea en la radical objetividad de los universales confunde la realidad singular, y por lo tanto, carece de control sobre sus afirmaciones. Asimismo, el que cree en los términos universales no les corresponde ninguna clase de realidad, se ve aquejado de un empirismo fragmentario, incapaz de superar la fase puramente descriptiva de la realidad. Por eso Abelardo adopta un empirismo crítico según el cual “El universal es un concepto o un discurso mental, expresado a través de un enunciado, discurso oral, que tiene su origen en un proceso abstractivo realizado por el entendimiento que, genera intelección de las cosas y que en instituciones ha sido vinculado con la función de significar el status común de una pluralidad de sujetos. Por lo tanto, los universales no son conceptos vanos y falsos o fórmulas verbales vacías sino categorías lógico-lingüísticas válidas, que median entre el mundo del pensamiento y el mundo del ser.

La “ratio” y su papel en la teología

Al cultivar la dialéctica, Abelardo ha querido cultivar la ratio. La dialéctica es una especie de instrumento o lugar de la conciencia crítica acerca de tesis o de enunciados que no se acogen debido sólo a la autoridad del que los propone, sino también basándose en una toma de conciencia de su contenido y de los argumentos aducidos en su favor.

La razón dialéctica es la razón crítica o razón que se interroga continuamente o razón en cuanto búsqueda. Para Abelardo, entre el pensamiento humano y el Logos divino se coloca la ratio crítica. El objetivo de Abelardo es proponer algo verosímil, accesible a la razón humana y no contrario a la sagrada escritura. Por tanto, el perfeccionamiento de la razón finaliza en lo verosímil del razonamiento de divinis, pretendiendo llegar a un conocimiento aproximativo análogo, sin aspirar para nada agotar su contenido.

A pesar de ser consciente de la limitaciones de la razón, Abelardo considera necesaria la indagación crítico racional para ser que los enunciados cristianos se vuelvan accesibles de algún modo a la razón humana y para que en ningún caso sean considerados como absurdos. Después de esto dice que la ratio resulta indispensable para la inteligibilidad, pero no para la comprensión de las verdades cristianas. El intelligere es una acción conjunta de la ratio y de la fides, mientras que el comprehenderé es un don de Dios que concede a los hombres dóciles a su gracia.

Los principios fundamentales de la ética

Abelardo también se ocupa de la ética y aquí sostiene que la conciencia es el centro de la irradiación de la vida moral que brota de la intentió o consensus animi. Este es el factor primario y el fundamento de la vida moral, y también lo que sirve para calificar las acciones como buenas o malas. Abelardo dice que no puede llamarse pecado al deseo de hacer lo que no es lícito, sino más bien al consentir a la voluntad y al deseo. Asimismo distingue el plano de los instintos del plano de lo consiente y racional. El primero, está constituido por los impulsos, los deseos naturales, es previo a la moral. El segundo, constituido por la iniciativa del sujeto y por lo tanto por sus intenciones y propósitos, es el propiamente moral. Por eso, “no es pecado desear una mujer, sino consentir ese deseo y la concupiscencia, no es pecado la unión sexual sino que es y se condena el consentimiento al deseo”.

La acentuación del elemento como factor determinante de la vida moral, posee para Abelardo un triple objetivo. El primero consiste en la necesidad de interiorizar la vida moral que a su parecer reside en el alma en cuyo interior, antes de que se patentice en actos específicos, se lleva a cabo en el bien o en el mal. El segundo, es la convicción de que nuestro cuerpo no se haya estructuralmente corrompido por la concupiscencia, ni está revestido por la inevitable presencia del mal, del cual habría que liberarse a través del menosprecio de la vida terrenal. Las estructuras corpóreas, las inclinaciones o pasiones humanas no son pecaminosas de por sí sino como consecuencia de una adhesión voluntaria a sus solicitaciones. El tercero, es el de oponerse a la extendida costumbre tanto entonces como ahora de emitir juicios fáciles y perentorios sobre la vida del prójimo, sin tratar de conocer cuáles son sus fines y sus propósitos. Abelardo dice que los hombres juzgan acerca de lo que se manifiesta y no de lo que se les oculta, sin tener en cuenta tanto el reato de la culpa como el efecto de la acción. Sólo Dios examina la culpa con juicio perfecto

Fe y Razón  en Pedro Abelardo

 Pedro Abelardo filósofo escolástico “sometió a un examen preciso la relación “ratio” y “fides.” Para la comprensión de ambas, se debe tener en cuenta la afirmación que hizo Abelardo sobre la razón como aquella que permite al hombre “comprender lo que dice y puede explicar su fe racionalmente, juzgarla y distinguirla de su desfiguración”, es decir, que tenga la facultad de distinguir lo verdadero de lo falso; y por lo tanto  pueda interiorizarla. Es  una fe que necesita sólo de  un esfuerzo racional comprensible.
En este sentido, Abelardo valora la razón como “medio de la posibilidad, en sí limitada, de  la exposición de la fe.” Utiliza la dialéctica como medio para enseñar a discernir las causas que inducen el comportamiento de los hombres (sea bueno o malo), lo que significa  que la fe depende únicamente de la actitud voluntaria del hombre y del empleo que éste le dé a los recursos dialecticos para la exposición y la elucidación de los misterios de la fe.
Ahora bien, abordando nuevamente la fe se puede decir de ésta que por ser algo que proviene del interior de cada ser humano no puede comunicarse porque es algo indecible, es un impulso hacia Dios, un impulso del alma y del cuerpo por creer en algo que  no es inteligible para nuestros sentidos. De aquí que   las dos funciones de la razón sean “llevar al creyente al “intellectus” y la de defender hacia afuera contra los no creyentes y herejes la “fides christiana.” Por consiguiente, desde Pedro Abelardo no se puede hablar de una separación entre fe y razón porque es necesaria la razón para defender y exponer  la fe.

CRITICA


“la razón permite al hombre comprender lo que dice y puede explicar su fe racionalmente, juzgarla y distinguirla de su desfiguración”

Una mirada a la historia nos permite observar lo transcendental que ha sido para el ser humano tener fe. Ciertamente la fe es un fenómeno universal sea cual sea el dios que se venere.
El que aplica la fe de forma virtuosa es el que está en camino de ser sabio, porque sabe cómo cumplir con los objetivos que le han marcado y que él mismo está conforme y profundamente convencido de ello.
Solo que el
mayor error de esta descripción, es que FE, no solo puede existir en los cristianos, porque la fe es una virtud que significa confiar en algo, porque cualquiera puede tener fe sobre algo diferente a Dios Por eso su importancia, su expresión y sus consecuencias son distintas, según los pueblos.  Para  sintetizar la  expresión  hemos tomado  como referente a PEDRO ABELARDO,  por el empleo exagerado que le da a la explicación racional de la fe, al manifestar que  el hombre  necesita hacer un reconocimiento racional de la fe  para que no actué  por simple tradición. Por estas  razones es verdad que existe un conflicto entre estas posturas respecto al objeto de conocimiento. Pero ¿qué sería del género humano sin la ciencia y la fe? Un mundo de pura ciencia robotizaría la vida social y los paradigmas no existirían; un mundo de pura fe, se reduciría a la creencia en puros mitos. Por lo tanto no hay que ser ortodoxos en cuanto al conflicto entre ellas, tanto la ciencia como la religión cumplen en nuestro mundo un objetivo determinado: una la comprobación de hechos para el progreso humano y la otra, la integridad del ser humano con una esperanza mejor de vida.









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